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Aventura, Julio Verne, La vuelta al mundo en ochenta días, Novela
Llegados pues a mi segunda reseña de literatura, he pensado hacer éstas un poco diferentes a la mayoría, puesto que debido al tipo de arte escrito de estas historias, me es imposible llenar las reseñas de imágenes o vídeos, por lo que las lecturas dedicadas a los libros serán de manera más ágil dedicándome a escribir solamente lo que me pareció la historia, acompañada de obviamente su correspondiente introducción.
Estoy seguro que todos los lectores regulares hemos experimentado en algunas ocasiones, ya sea en muchas o pocas, esa sensación de estar ante una historia realmente impresionante, ya sea por la temática o por las sorpresas que la misma historia desarrolla para atrapar al lector. Esta vez nos encontramos ante uno de los mejores libros que tuve la fortuna de leer cuando era sólo un niño y que recordaba con mucho cariño, hoy más de diez años después debido a una nueva edición que encontré y no pude evitar comprar, decidí volver a leer esta maravilla escrita por Julio Verne.
He de confesar que Julio Verne era uno de mis escritores favoritos cuando yo era pequeño, me fascinaban sus historias, me encantaba viajar sus aventuras, porqué eso es precisamente la magia de sus libros, eres tú quien realiza el viaje junto con sus personajes, en esos tiempos siempre dedicaba un momento para ir a la biblioteca del centro de cultura de mi ciudad, me pasaba horas leyendo las historias de Sherlock Holmes y obviamente las de Julio Verne.
Todos sabemos que Verne fue uno de esos genios adelantados a su época, sus historias a pesar de estar dentro del género de la fantasía, se encontraban fuertemente ligadas a la ciencia ficción, debido a que él como escritor era un perfeccionista y estudioso que deseaba que sus historias fueran lo más exactas posibles con el momento tecnológico de su época, además de aventurarse a predecir con extrema eficacia lo que podría llegar a suceder.
La vuelta al mundo en ochenta días tal vez es su novela más realista, sea dicho a su vez que también ha de ser de sus libros más famosos y conocidos, la historia nos sitúa en Londres durante la segunda mitad del siglo XIX, nos presentan de inmediato a los dos protagonistas, el millonario inglés Phileas Fogg, un hombre extremadamente calculador, perfeccionista y metódico, quién acaba de hacerse de los servicios de un nuevo mayordomo francés llamado Jean Passepartout mejor conocido en el libro con el apodo de “Picaporte”.
Durante un día normal como cualquier otro para Fogg, mientras se encuentra jugando cartas con sus compañeros de un club, sale el tema de una apuesta por si es capaz de hacer la vuelta al mundo en ochenta días, sus compañeros incrédulos lo retan sabiendo que para esa época esa travesía era una completa locura, sin embargo, valiéndose de su orgullo y confianza, Phileas acepta la apuesta y sin perder segundo alguno parte junto con Picaporte a dar la vuelta a nuestro planeta. A su vez, de forma paralela a estos sucesos, un ladrón con una descripción física casi exacta a la de Fogg roba un banco de Londres, debido a esto el detective Fix creyendo que nuestro protagonista es el causante de este robo y pensando que la historia de la apuesta es solo una farsa para escaparse con el motín decide seguirlo mientras espera una orden de arresto para llevarlo con la justicia.
De esa manera podemos resumir la temática del libro, hablar de errores en la historia es ser demasiado “amargado”, se podría decir que la historia nunca se toma el tiempo para contarnos quienes fueron nuestros protagonistas antes de ésta aventura, por lo que ninguno de ellos está adecuadamente desarrollado con la profundidad que cualquier personaje necesita, pero eso es precisamente lo que hace mágico a este libro, los personajes aun sin saber nada importante de ellos, son extremadamente carismáticos, bastan sólo unos cuantos capítulos para que uno le tome cariño al perfecto y metódico de Phileas Fogg hasta el punto de llegar a admirarlo por nunca perder la calma, esbozar una sonrisa cada que Picaporte la lía y como no, llegar a odiar al detective Fix por complicárselas tanto a nuestros queridos personajes.
El libro está escrito de una manera muy dinámica de manera que en un suspiro uno se encuentra a las puertas del final, ese final que la primera vez me sorprendió por el giro de guion, era obvio, pero uno de niño se dejaba llevar más fácil por sus sentimientos, cabe destacar la exactitud de los datos e información brindada por Verne, lo que hace ver la perfección que buscaba alcanzar con sus obras, documentándose de una manera exacta para poder escribirlas, de igual forma, la manera en la que te narra la historia logra que conectes con el viaje, estando en ese ámbito el éxito del libro, debido a que no sólo Phileas Fogg está dando la vuelta al mundo, sino que, uno como lector se encuentra realizando el mismo viaje junto a los personajes, después de todo, nada hay más fuerte que la imaginación.
La vuelta al mundo en ochenta días tal vez no sea una obra con un gran trasfondo, sin embargo, la capacidad de Verne para transportarnos en su viaje, así como el tremendo carisma que desprende cada uno de los personajes, incluyendo los que se van sumando en el transcurso de la travesía, hacen de este libro una verdadera obra maestra y un clásico de la literatura, me alegra el hecho de que a pesar de haberlo leído anteriormente, volvió a atraparme como si de un niño se tratara y a pesar de conocer su final, seguí teniendo los nervios presentes por querer que Fogg ganara la apuesta, sólo las grandes obras logran despertar esos sentimientos, después de todo, no siempre puedes decir que acabas de dar la vuelta al mundo en ochenta días, una hazaña que sólo este clásico puede alcanzar.